“En el momento en que se terminó el partido no podía creer estar ahí. La mayoría de los logros de Luciano eran con él allá y nosotros acá, en Argentina. Estar en la cancha con Giuli fue increíble. Es más: yo me iba a volver el 28 de abril, pero apenas pasaron a la final, él me dijo: ‘No te vas nada; te cambio el pasaje y te quedás”, recuerda Graciela, la mamá de Luciano De Cecco, aún emocionada.
“Que ganaran el Scudetto como locales, con estadio lleno, toda la gente cantando y esa mezcla de energía, nerviosismo y esperanza fue algo muy, muy grande. Era la primera vez que yo podía estar en cancha en una consagración de mi hermano. Me emocioné y lloré de felicidad”, describe Giuliana.
A dos semanas de la coronación de Cucine Lube Civitanova, con la cual Luciano se convirtió en el argentino con más títulos en la NBA del vóley, su mamá y su hermana aún palpitan con lo vivido en esa noche inolvidable. La noche del tercer Scudetto para el armador santafesino.
“Estábamos detrás de una valla y, apenas pudo, Luciano vino al costado con su remera roja de campeón. Nos abrazó fuerte a las dos. Yo lloraba de emoción. Vivimos todo el proceso, todo lo que habían pasado, y además no pensé estar ahí en ese momento, porque hasta tenía la valija hecha para volverme a finales de abril”, dice Graciela.
“Nos hizo entrar a la cancha y nos sacamos fotos con tanta gente que por momentos no sabíamos ni quién teníamos al lado. El podio estaba lleno de champán y, como nos sentamos ahí para las fotos, terminé con el pantalón todo mojado y con un olor a alcohol de no creer. ¡Luciano y sus compañeros tenían la ropa con olor a bodega! Ja. Fue muy emocionante, porque él estaba muy, muy feliz”, agrega Graciela.
“Lucho me abrazó detrás de la valla. Y en un momento nos dijo: ‘Pasen’. Entramos con mi mamá, Felipe Benavídez, una amiga y Laura, la mujer de Robertlandy Simón, que estaba con nosotros. Un poquito después, desde el centro de la cancha, le hicimos una videollamada a mi papá, que estaba en Argentina. ‘Papá, salí campeón, salí campeón’, le decía Lucho. Y mi papá se emocionó muchísimo”, relata Giuliana.
“Durante el partido estuve re nerviosa. No quería pensar antes de tiempo que iban a ganar, porque por ahí eso traía malas ondas. Así que pasé muchos nervios. Por momentos hasta temblaba. Además, en semis nadie daba dos mangos por la Lube. Contra Trento era una peli de terror. A ellos les salían todas. Pero el equipo se unió y, con mucho esfuerzo, sacó la situación adelante”, repasa Graciela.
“Sólo los que estamos cerca sabemos de los sacrificios físicos y personales para lograr lo que lograron. Por eso, además de la felicidad de todos noté un gran alivio general. Hicieron un esfuerzo enorme para remontar situaciones adversas, porque venían pasándola mal y tuvieron que reinventarse para ser campeones”, argumenta “Giuli”.
“Tuvieron lesiones, enfermos por COVID, complicaciones. De todo. Pero la Lube fue como el Ave Fénix: resurgió de las cenizas”, concluye Graciela.
CÁBALAS, RESPETO, RECUERDOS
“Mi mamá se ponía siempre la misma remera. En mi caso, dependía: si ganaba, me seguía poniendo la misma ropa; si perdían, cambiaba y buscaba otro look. Determinados días, Luciano y Felipe jugaba a la Play y comían algunas galletitas. Fuimos encontrando cábalas a medida que pasaban los playoffs”, cuenta Giuliana sobre las formas de aferrarse a la suerte durante la etapa decisiva de la Súper Liga de Italia.
“Lo disfruté muchísimo porque es algo que no sé si algún día se volverá a repetir. No sé si volveré a vivir algo así: en cancha, con Luciano festejando el Scudetto”, se emociona Graciela.
“Por lo general, los hinchas aplauden mucho y, de vez en cuando, cantan. Pero el día del título el ambiente parecía el de la final de un Mundial. Era todo muy extremo en el buen sentido. Toda la cancha estuvo llena y no pararon de cantar”, recuerda Giuliana. “A Lucho se acercaron a felicitarlo Solé y Gianelli. Lo de Seba es lógico, pero lo de Gianelli me sorprendió: es el armador del otro equipo y a ese nivel hay mucha competencia. Pero eso también demuestra que existe un respeto muy grande por mi hermano en Perugia”, completa.
“Al otro día, a Luciano le dolía hasta el pelo. En esos momentos y durante varios días tuve muy presente todo lo que hizo Luciano para llegar tan alto. Yo lo llevaba a los partidos de vóley y a la canchita de beach en Santo Tomé, porque el papá, como buen basquetbolero, no quería que jugara al vóley. Después se fue a Bolívar y hacíamos un viaje larguísimo para ir a verlo”, repasa Graciela.
“La primera vez que fuimos a Italia él jugaba en Latina. Ha hecho un carrerón. Y aunque durante muchos meses estamos lejos, él siempre priorizó la familia. Claro que no somos una familia típica: con marido e hijo deportistas, lógicamente fuimos un poco nómades. Aun así, Luciano sabe que la familia es la que te acompaña siempre”, cierra Graciela mientras el pecho se le infla de orgullo.
Fotos: legavolley.it / Gentileza familia De Cecco