¡Volvió «Tres sets con el 15»! En esta edición, Luciano De Cecco recuerda viajes inolvidables relacionados con el deporte: la primera salida al exterior, el alucinante Mundial de Japón 2006 y el recorrido más insólito de su carrera.

Tres preguntas, tres respuestas. Nos vamos de viaje. ¡Y no te lo podés perder!

–¿Recordás tu primer viaje al exterior como voleibolista?

–Sí, claro. Fuimos a Cabo Frío, Brasil, con la Selección Argentina de menores. Fue mi primer viaje en avión desde que tengo memoria. Mis papás me contaron que volé a Salta cuando era bebé pero, evidentemente, no tengo recuerdos de eso. Ja. Se nos pasó rapidísimo ese vuelo. En esa Selección, Rodrigo Quiroga era el capitán y Facu Santucci, el líbero. También estaba Fede Pereyra. Nos dirigía Fabián Muraco.

Fue en 2005, el mismo año del Mundial Sub 19 en Argelia. En Cabo Frío jugamos un cuadrangular contra Estados Unidos, Brasil e Italia. Les ganamos a los italianos por primera vez y perdimos la final con Brasil. Yo dormía en la misma habitación con los otros dos armadores: Fede Velisone y Maxi Cavanna. Nos portábamos bastante bien y, además, nos tenían muy controlados. Eso sí: aprovechamos para ir a la playa, porque era una ciudad turística, y hasta jugamos al fútbol en la arena. El viaje y el torneo estuvieron buenísimos.

–¿Cuál fue tu viaje más alucinante? El que te “voló” la cabeza…

–El primer viaje a Japón, en el Mundial 2006. Ya el recorrido fue especial. Hicimos escala en Chile y Nueva Zelanda para llegar a Australia, donde jugamos varios amistosos en el Centro de Entrenamientos en Canberra. Después de eso volamos a Japón. Desde que llegamos nos sorprendíamos con todo lo que veíamos: las puertas de los taxis se abrían solas, los baños tenían inodoros eléctricos y los ascensores subían 40 pisos como si nada.

Luciano, en plena acción, el día de su debut mundialista.

¡Los japoneses ya tenían teléfonos celulares que se doblaban a la mitad! Ahí me compré mi primer i-Pod, un reproductor de música increíble para la época. También eran alucinantes los estadios, muy modernos y siempre llenos de gente. En ese Mundial también aprendí ciertas cosas de la comida internacional, como desayunar con huevos revueltos y cosas así, que para mí eran muy raras. Hasta ahí comía siempre lo mismo. No era muy abierto.

–¿El peor viaje? ¿O el más inesperado?

–Fue en la temporada que estuve en Rusia, en 2009/10, cuando tuvimos que tomar el famoso tren Transiberiano para jugar contra el Tyumen VC, que queda en Siberia Occidental, a 1725 kilómetros de Moscú. No existían redes sociales, WhatsApp, nada. Cuando mirabas por la ventana sólo se veía nieve y más nieve. Me tocó un camarote con dos camas individuales: ahí adentro lo único que hacía era mirar películas en la compu, con un disco externo. Eran otras épocas. Cuando salíamos de los camarotes jugábamos a las cartas y tomábamos té. Y volvíamos a tratar de dormir para que se pasaran las horas. Lo bueno de ese viaje fue que ganamos como visitantes: fue 3 a 1 y todavía me acuerdo de ese partido.

El Transiberiano es una ruta ferroviaria que atraviesa Rusia de punta a punta, pero que conecta también con Mongolia y China. Por esta ruta circulan trenes muy diversos, tanto de líneas regulares como otros de lujo, operados por compañías privadas. De punta a punta, recorre 9.600 kilómetros en siete días y atraviesa siete husos horarios.