Él ya llevaba 15 años defendiendo la camiseta de la Selección Argentina. Tenía un brazo de potencia impiadosa. Le sobraba carisma en la cancha y fuera de ella. Cargaba con toda la facha. Era, quizás, el símbolo perfecto para el vóley argentino. Y desbordaba fronteras, claro.  Era una estrella internacional. Máximo anotador. MVP. Era 2006 cuando apareció un armador de 18 años que, de pronto, se transformó en titular. El gigante rubio le vio algo especial. La sintonía fue rápida. Se buscaron. Se retroalimentaron. El avión del killer de camiseta número uno comenzaba un lento aterrizaje y el pibito con la número quince iniciaba un carreteo vertiginoso para volar bien alto.

En ese 2006, Marcos Milinkovic cargaba con tres Juegos Olímpicos, tres Mundiales, siete Ligas Mundiales y dos Juegos Panamericanos en el lomo. Luciano De Cecco no tenía nada en el pasado con la Selección mayor. Todo era futuro. Y del grande.

En Japón 2006, Marcos jugó su cuarto Mundial y Luciano, el primero. El opuesto le entregó el testimonio al pibe que venía a mil para completar esa posta. Dentro de unos días, el capitán del bronce olímpico de 2021 jugará su quinto Mundial. ¿Quién mejor que Milinkovic para hablar sobre De Cecco?

A continuación, una parte de la charla de The Cecco 15 con una de las grandes figuras de la historia de la Selección Argentina, que además fue elegido entre los 25 mejores jugadores del siglo 20.

“Con Luciano tuvimos una atracción personal realmente inmediata. Y ya se veía que tenía personalidad. Le podías decir cualquier cosa, enojado, y ni te miraba. O te miraba de costado y te hacía un gesto, como si te dijera ‘Ya está’”, dice Marcos en el comienzo del diálogo.

“Con Jon Uriarte, el entrenador de aquella Selección, ya hablábamos de que iba a ser un jugador diferente, uno para recodar por mucho tiempo. De los que no salen siempre”, agrega.

–¿Qué te genera ver todo lo que alcanzó?

–Es una gran alegría. No solamente por tener la suerte de que nos represente como país, sino porque lo quiero como a un hermanito. Lo conozco desde que era un nene. Y me siento muy identificado con lo que fueron sus primeros pasos. A pesar de no vernos tan seguido, tenemos una relación de un cariño gigante.

–Mencionaste que lo hablaban con Jon. ¿Qué le veías en ese momento? En 2006 pasó de ser citado como cuarto armador a arrancar como titular en la Liga Mundial y el Mundial.

–Era un pibe que iba a ser distinto. Ya se veía la personalidad. Y tenía un toque de pelota diferente. Veías armadores muy buenos y ya veías que era un tipo diferente, como lo fueron los brasileños Ricardinho o Mauricio. Bruninho es un fenómeno, pero Ricardinho era un mago, ¿entendés? Y Luciano es un mago. Para que se entienda bien, Luciano es el mago de los armadores. Hay un montón de armadores que son de alto nivel, pero Luciano tiene lo que no tiene ningún otro. ¡Y te lo discuto a muerte! No hay otro armador en el mundo que tenga las manos de Luciano. Ninguno. Y eso que hay armadores de puta madre…

Luciano, en su primer Mundial: Japón 2006

–¿Qué parábola recorrió Luciano entre aquel pibe de 18 años y este jugador maduro que va camino a su quinto Mundial y tiene una medalla de bronce y muchos títulos en Italia?

–Fuera de las cosas técnicas, fue mejorando con los años. El físico, el toque de la bola, los diferentes golpes. Obviamente, se lo dio el nivel en el que se entrena. Cambió muchísimo la forma de jugar. Ya de pibe le gustaba hacer cosas diferentes y la mayoría de las veces le salían bien, pero exageraba. Le gustaba jugar así todo el tiempo. Todavía no tenía la experiencia para saber cuándo hacer cosas distintas y cuándo no. Entrenarse y jugar al nivel de la Liga Italiana y de la Champions de Europa y jugar con Argentina entre los mejores del mundo también lo hizo crecer muchísimo. Empezó a conocer mejor el equipo y con los seis o siete de la Selección que habitualmente entran en cancha, él juega “de memoria”, con los ojos cerrados.

–Jugaste muchos años con Javier Weber, el primer argentino en llegar a cinco Mundiales. Luciano lo conseguirá en pocos días. ¿Qué representa una cifra tan grande de Mundiales para un atleta de cualquier deporte?

–No es para cualquiera. Es un montón de tiempo. Mantenerse tantos años al nivel de Luciano no es fácil. Es un desgaste muy grande. El jugador viene de haber estado siete meses “al palo”, entrenando todos los días en su club, sabiendo que es su trabajo y que lo tiene que hacer bien, y las presiones que eso genera. Y después, venir a la Selección y poder jugar a un buen nivel durante cuatro o cinco meses y volver al club. Te genera presión todo el tiempo. Es para admirar, porque no es fácil estar en la elite como él durante tanto tiempo. Por eso hay tan pocos como él.

 


Entrevista y producción: Gabriel Rosenbaun

Fotos: FIVB y Volleyball World


 

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