Es uno de los 25 mejores voleibolistas del siglo 20. Es, además, uno de los tres argentinos con más temporadas en la Selección Argentina masculina. Es, también, uno de los cuatro hombres que se pusieron la camiseta celeste y blanca en cuatro Mundiales y tres Juegos Olímpicos. Es Marcos Milinkovic, uno de esos personajes que se transforman en marca registrada de un deporte. Es un ícono. Y es, por todo eso y mucho más, palabra autorizada para hablar sobre Mundiales.

“Es una experiencia única. Algunos tienen la posibilidad de haber jugado dos, tres o cuatro Mundiales. Ahora, Luciano De Cecco va por el quinto. Todos son especiales. El primero, porque es eso: el primero. El segundo, porque uno va con otra expectativa. Y así. Después de los Juegos Olímpicos, el Mundial es el torneo más importante de nuestro deporte”, describe Marcos, quien jugó en la Selección Argentina de mayores entre 1991 y 2008.

–En cuatro Mundiales, ¿cuáles son tus momentos preferidos? Imagino que Argentina 2002 debe ser muy especial.

–Haber jugado un Mundial en mi país es algo que no tiene precio. Me siento superafortunado. Poder disputar un torneo tan importante delante de tu gente, tu público, tu familia, tus amigos… es algo que no se puede comprar. Obviamente, uno recuerda el primer Mundial, en 1994, al que fuimos con un equipo muy joven. En 1998 fuimos con un equipo realmente muy competitivo. Y en Japón 2006 había empezado un recambio generacional que iba a transformar la Selección de los próximos años.

–En Argentina 2002, la Selección logró su récord de victorias consecutivas y parecía que se metía en semifinales. Además, vos fuiste elegido MVP del torneo. ¿Cómo recordás ese Mundial?

–Toda la preparación fue especial. Fue diferente porque obviamente nosotros veíamos cómo se iban transformando la Ciudad de Buenos Aires, el Luna Park y los diferentes estadios de entrenamientos. Formamos parte de eso y creaba una adrenalina muy, muy grande. Y teníamos una expectativa grande, porque el equipo estaba en el punto justo. En los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 y en Argentina 2002 el equipo estaba en ese punto justo. Arrancamos jugando realmente muy bien y en cuartos de final nos tocó chocar contra una Francia que empezaba a dar sus primeros pasos entre los mejores equipos del mundo.

–¿Qué les faltó para llegar a semis?

–No sabría decirlo. Quizás sentimos mucho el golpe de haber perdido el segundo set contra Francia. Jugamos el primer set y casi todo el segundo a un nivel altísimo. Y perder ese set sobre el final nos llenó de dudas. Nos hizo bajar un cambio. Y Francia lo aprovechó. Empezó a jugar mejor en ataque y nosotros no encontramos respuestas. Nos ganó muy bien: fue 3-1. Ahí se acabaron las expectativas y las ilusiones. De todos modos, estoy muy agradecido. No por el resultado, que obviamente me pone triste, sino porque tengo los mejores recuerdos de ese Mundial en Argentina.

–Después de haber perdido con Francia, en los dos partidos siguientes la gente sostuvo un apoyo tremendo. Y en la despedida, con un 2-3 abajo con Italia, el público los siguió aplaudiendo. Los recuerdo a ustedes con banderas de agradecimiento.

–Siempre me aparece una sonrisa cada vez que alguien me habla del Mundial 2002. Por la gente, el público, la pasión que se vivía en la calle. Por estar llegando al estadio y ver tres cuadras de cola para entrar. Son cosas únicas. Y más con el público argentino, que es tan especial. Creo que hay un gran recuerdo de la gente por lo que fue ese equipo. Había feeling. Una relación muy fuerte. Y la gente, fuera de los resultados, llenaba estadios y nos alentaba y nos bancaba siempre.

–En esos cuatro Mundiales, ¿qué objetivos te quedaron pendientes?

–Uno siempre quiere una medalla, es cierto. Lamentablemente, en el Mundial 2002 podríamos haber estado peleando el podio y se nos fue de las manos. En 1998 teníamos un equipazo. Habían vuelto (Juan Carlos) Cuminetti y (Oscar) Vizzari. Antes del Mundial habíamos jugado una Copa América extraordinaria, en la que le ganamos a Cuba y perdimos la final con Brasil, 3-2, en un partido inolvidable. Pero no llegamos bien al Mundial. Y hubo cosas extradeportivas que hicieron que no podamos llegar más lejos. Pero creo que en 2002 lo teníamos “ahí”. Nos faltaba el paso más importante, en cuartos de final. Después, a la semifinal la íbamos a jugar mucho más tranquilos. Con Francia era el partido para hacer un clic y se nos fue. Pero no me puedo arrepentir. Ni ponerme triste. Hay gente tocada con la varita mágica y puede estar 20 años al mejor nivel en su deporte. Yo tuve esa suerte. Así que no puedo quejarme de nada.

 


Entrevista y producción: Gabriel Rosenbaun

Fotos: FIVB y Volleyball World


 

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