“Desde que me acuerdo, acompañaba mucho a mi papá a los entrenamientos en los distintos equipos de vóley en los que trabajó. Yo era muy chiquito: agarraba la pelota y me ponía a correr. Un poquito más grande, ya jugaba con mi hermano”, recuerda, como si aún se divirtiera con esas travesuras, quien hasta entonces sólo era el hijo menor de Fernando “el Tano” Danani, uno de los preparadores físicos más reconocidos del vóley argentino.

“Cuando los equipos de mi papá terminaban de entrenar y se ponían a elongar, yo me acercaba y me ponía a jugar con los jugadores. Con Hugo Conte tengo un montón de recuerdos: él sentado en el piso era más alto que yo parado. Él me tiraba la pelota y hacíamos una especie de ataque-defensa. Muy lindos recuerdos, muy linda época”, agrega Santiago, quien llevó el apellido Danani a un podio olímpico: fue el líbero de la Selección Argentina que consiguió el bronce en los Juegos de Tokio 2020 disputados el año pasado.

Con la admirable cosecha de tres podios de los grandes en tres categorías distintas de Selección y un recorrido europeo que incluye tres temporadas disputadas en la Súper Liga de Italia y un reciente traspaso al Berlin Recycling Volleys de Alemania, el líbero repasó buena parte de su carrera deportiva en diálogo con The Cecco 15. A continuación, la charla completa con Santiago Danani.

El inolvidable Mundial U21 de 2015

–En esta relación tan particular que tuviste con el vóley desde muy chico, ¿cuándo fue que hiciste el clic y te dijiste: “Ojo que esto puede ser una profesión”? ¿Cuándo viste que podía ser mucho más que un juego?

–A medida que pasaban los años ya tenía muy claro que quería intentarlo. Pude conocer grandes jugadores y, desde que tenía seis o siete años, ya quería ser jugador de vóley. Un paso muy importante fue cuando terminé el colegio y ya teníamos más entrenamientos con la Selección. Ahí, cuando jugué mi primer torneo con la Selección, el Mundial Juvenil de 2015, hice el clic y dije: “Me parece que podría ser una muy linda opción”. Aparte, era lo que me gustaría hacer.

–Tu carrera te llevó a Berlín. ¿Por qué tomaste la decisión de ir a jugar a Alemania, en una Liga que quizás no es a la que todos apuntarían? Seguramente en la decisión pesó la opción de jugar la Champions.

–Estoy en un club muy grande, con mucha historia, que busca ganar todo. En el primer partido oficial del año nos quedamos con la Súper Copa, después llegamos a semifinales de la Copa de Alemania y, ahora, el objetivo central es ganar la Bundesliga, por supuesto.

La Champions es claramente el campeonato de clubes más lindo que hay en el mundo: ganamos tres partidos en cancha (el último en Serbia, esta semana) y otro que se canceló por COVID. Es decir que sumamos cuatro victorias y estamos punteros en nuestro grupo. Tenemos un equipo muy importante y podemos hacer grandes cosas en la Champions. El equipo está totalmente convencido de eso.

Después de tres años muy lindos en Italia, en los que aprendí un montón, quería saltar a un equipo que peleara por ganar todo. Es mi ambición, mis ganas, mi motivación: intentar ganar absolutamente todos los partidos. Y jugar para ganar en todas las competencias. Me gusta el desafío. Berlín es el equipo a vencer: nos juegan con unas ganas… ¡y está buenísimo! Es estar en un lugar muy privilegiado.

Santi, con la camiseta 10 de su equipo alemán, feliz por la visita de sus padres

–Jugar Champions y estar en un equipo tan fuerte en exigencia diaria, ¿te levantó el piso? 

–Tenemos un equipo muy largo en calidad. Todos los jugadores del plantel pueden jugar. El nivel de entrenamientos pocas veces lo vi en un equipo. Sinceramente. Nadie tiene el puesto asegurado. Tengo que entrenar muy bien para jugar. Competir por tu puesto diariamente te hace exigirte mucho. Hemos jugado alrededor de 20 partidos y ganamos todos excepto el de semifinales de la Copa de Alemania. También es importante ganar no jugando bien.

En otros equipos, quizás si no jugábamos en nuestro mejor nivel era imposible ganar. Acá, si no estás en tu mejor nivel, tenés que ganar igual, porque los objetivos del equipo son altos. Todo esto es una exigencia. Y una exigencia mental muy linda. Lo estoy disfrutando mucho. El ser competitivo todos los días te alza la vara.

–¿Cómo es vivir en Berlín, una de las grandes capitales del mundo? ¿Qué cosas te parecen increíbles y con cuáles todavía no lograste sentirse a gusto?

–Es una ciudad increíble, hermosa, muy distinta a las que estaba acostumbrado a vivir en Italia, que eran chiquitas, con callecitas… ¡Acá es todo pummm, grande! Avenidas, monumentos, todo muy grande. Es muy hermosa. La gente de Berlín es muy amable. Y tienen una mentalidad muy particular. Me gusta ver, aprender. Cada uno tiene su cultura. Y cuando los alemanes trabajan, trabajan. No es chiste. Me siento muy cómodo.

Al principio, los dos primeros meses me costó con el idioma. Tengo un solo compañero de equipo alemán, además de todos los médicos, kinesiólogos, que también son alemanes. Pero todo el equipo habla en inglés. De alemán no sé casi nada, pero no tengo un día a día con el idioma. Mi inglés tampoco era una “locura” de bueno, pero ya estoy más suelto y más seguro. En alemán puedo decir “hola”, “gracias” y no mucho más. En Berlín, todo el mundo habla inglés. Es difícil que tengas problemas en eso.

EN LA NBA DEL VÓLEY

–Cuando mirás hacia atrás, ¿cuán grande fue el salto que diste jugando tres temporadas en Italia?

–En los últimos años crecí mucho. Antes de ir a Italia, en 2018 jugué mi primera VNL (nota: Volleyball Nations League, la Liga de las Naciones). Me costó mucho porque era mi primer torneo con la Selección Mayor. Venía de jugar con las Selecciones Juveniles. Ahí, en la VNL, ya estás jugando con los grandes, con los mejores. Me costó bastante, pero fue uno de los torneos en los que más aprendí.

En la VNL 2018, su primer torneo grande con la Selección de Mayores

Inmediatamente después de ese torneo me fui a Italia. Al principio me costó un poco: por el idioma, que si bien es bastante similar para quienes hablamos español, y claramente por el nivel, que era otra cosa. Pero en Italia me encontré muy bien, con gente que se portó súper bien. Me acomodé rápidamente en el club. En esos tres años he crecido muchísimo. Me volví un jugador mucho más competitivo, más maduro. Jugar todos los partidos al ciento por ciento, porque, si no, no hay forma de ganar, es algo que me hizo crecer mucho, principalmente en cuanto a la personalidad.

–En la Liga Italiana, considerada la NBA del vóley, ¿el combo incluye el desarrollo técnico, táctico, mental? ¿Cómo viviste eso ante la exigencia de cada juego?

–Seguramente crecí en cada uno de los aspectos. En ese nivel, todos los jugadores tienen una buena técnica y entienden el vóley, así que la personalidad y la actitud para reaccionar en los momentos difíciles es seguramente lo que marca la diferencia. Es lo que aprendés y podés vivir permanentemente.

17/12/2020, PADOVA – Volley Super Lega: Kioene Padova vs Consar Ravenna. Danani.

Al principio, el entrenador me daba pautas de táctica y yo, por supuesto, le decía que sí y le hacía caso, pero por dentro me decía: “¿Qué me está pidiendo éste?”. Con el paso de los partidos me iba dando cuenta: “Ahhh, ¡acá pasan estas cosas!”. Ya era otro nivel, al que yo no estaba acostumbrado. Me adapté a una velocidad de pelota mucho más fuerte, los jugadores le pegaban mucho más fuerte, alto, rápido. El vóley de libro tenía que dejarse de lado y pasar a usar las técnicas de partido y tener que ser muy competitivo constantemente.

Argentina, en lo más alto de un podio mundialista: el hecho inédito de los U23 en Egipto 2017

TRES PODIOS INOLVIDABLES

–En Selecciones Argentinas tuviste distintas ubicaciones en podio: campeones del Mundial U23 en 2017, subcampeones en el Mundial U21 de 2015 y el bronce en los Juegos de Tokio. ¿Podés repasar cada una de esas tres experiencias?

–Mi primer torneo con la Selección fue el Mundial Juvenil en México, en el que perdimos la final con Rusia: 3-2, después de ir ganando 2-0. Ese Mundial fue increíble: debutar en la Selección en un Mundial fue hermoso (nota: además, Danani fue elegido mejor líbero del torneo). Tuve la suerte de disfrutarlo muchísimo. Jugamos contra un equipo de Rusia en el que casi todos sus jugadores son los actuales de la selección mayor: para tomar noción, son plata olímpica. Ellos venían de ser campeones en el Mundial de Menores y salieron campeones en el de Juveniles de 2015.

En el Mundial U23 de 2017, en el que se probaron algunas reglas nuevas, como la de los partidos al mejor de siete sets a 15 puntos, volvimos a jugar la final contra Rusia. Para llegar ahí, nos enfrentamos contra grandes equipos. Lo buscamos mucho y era nuestro último torneo en selecciones de base, y coronarlo como campeones del mundo fue una historia muy linda.

Tokio, el año pasado, es lo que todo atleta sueña. Mi sueño más grande era y es jugar en la Selección y ganar una medalla olímpica. Por suerte, lo pude lograr en mi primeros Juegos Olímpicos.

Lo primero que se te viene a la mente es querer volver a vivirlo, ganar otra, cambiarla de color. Fueron unos 10 días de una intensidad y una locura increíble. Pocas veces he disfrutado dentro de la cancha como en ese torneo. Como equipo, lo hemos disfrutado al máximo: éramos “uno”, literalmente éramos “uno”. Para nosotros es la historia más linda.

–¿Cuánto te marcó esa medalla de bronce? Porque además tuviste un rol importante, muy sólido, muy importante para el equipo. Debés tener una satisfacción muy grande.

–Desde el momento que Marcelo Méndez dio la lista, me enfoqué en disfrutar. Siempre fui consciente de que ése era el sueño de mi vida deportiva y quería disfrutar, quería aprovechar ese momento. Cuando empezaron los Juegos no sabíamos cómo iba a terminar la historia. Me quería ir con la sensación de haberlo dado todo, de ser valiente, de jugar, de equivocarme y seguir yendo al frente. Y divertirme: trato de vivir todos los días como un juego. Es mi trabajo, pero yo lo vivo así.

Quería irme de los Juegos Olímpicos con la sensación de decir: “Más no tenía”. Pocas veces me pasó de estar en un equipo en el que te equivocabas y tenías a tus cinco compañeros mirándote a los ojos y diciéndote: “No pasa nada; vamos a la siguiente”. Los que estaban afuera, también, igual que el cuerpo técnico. Fuimos muy conscientes de que si queríamos competir contra los mejores no podíamos regalar nada. Obviamente, jugamos a un altísimo nivel de vóley, pero el grupo fue uno de los puntos más fuertes. Eso está claro.

–En lo individual, ¿tenés algún flash, algún punto que se te venga siempre a la cabeza? ¿Alguna acción de la que no te vas a olvidar nunca?

–No me voy a olvidar nunca del último punto contra Italia. Me lo acuerdo perfectamente. Ataca Juantorena y le defiendo una. Poglajen le arma a Lima y él ataca. Colaci, el líbero de ellos, la defiende. Se la vuelven a dar a Juantorena y se la vuelvo a defender, y ahí Luciano (De Cecco) le arma a Facu (Conte) la “pipe” y ganamos. Ese punto no me lo voy a olvidar más en mi vida. Ese partido marcaba un cambio enorme: quedarte en los cuartos o poder darte la posibilidad de pelear por una medalla.

–¿Cómo intuís el futuro de la Selección, tanto para la cita máxima de este año, el Mundial 2022, como en lo que sigue hasta llegar a los Juegos de París 2024?

–Ahora tenemos que ser muy inteligentes y aprovechar el envión de lo que hemos logrado en Tokio. Tenemos una base de jugadores muy importante, con mucha experiencia. Todo el equipo que ganó la medalla sigue activo y hay muchos jugadores jóvenes que vienen empujando. Primero vamos a tener la VNL: son muchos partidos en un mes y nos va a volver a reencontrar como equipo, para reencontrar ese feeling y competir con la celeste y blanca, que es lo más lindo que hay.

Va a ser un año largo, porque el Mundial está en agosto/septiembre (nota: del 26 de agosto al 11 de septiembre). En todas esas citas, como Mundiales y Juegos Olímpicos, es muy difícil prever qué es lo que puede pasar, pero yo tengo mucha fe en y mucha confianza en mis compañeros, en mí, en mi equipo, e intuyo un gran año, claramente. Ojalá que lo podamos volver a coronar con algo muy grande de vuelta.

–Para cerrar: dijiste que ya tenés una medalla y te gustaría cambiarle el color. Si bien falta mucho, ¿te ilusionás con otra gran actuación en los Juegos?

–Sí, lo sueño despierto. Creo que son los sueños más lindos que hay, en los que uno se puede imaginar todo. Y sí, claramente, lo primero que me acuerdo que, cuando agarré la medalla, sentí una satisfacción de haber llegado al sueño más grande que había soñado desde la primera vez que toqué una pelota, pero inmediatamente dije: “Quiero otra igual o de otro color”. Y ésa es la ambición y las ganas del equipo, disfrutando de cada momento. Disfrutamos de ese momento increíble, pero vamos a seguir teniendo las ganas y la motivación de volver a conseguir otra, que ojalá sea de otro color.

 


Entrevista: Gabriel Rosenbaun


Fotos: Volleyball World / cev.eu / legavolley.it. / FIVB / redes sociales Santiago Danani


 

DATA CLAVE

SUS INICIOS. Danani empezó a jugar en el minivóley de Scholem, donde su papá trabajaba como preparador físico en la época de Rojas Scholem. A los 9 años pasó a Ciudad de Buenos Aires, donde se federó. Entre los 13 y los 16 se mudó a GEVP en Villa del Parque y en la temporada siguiente vistió la camiseta de Vélez Sársfield.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Santiago Danani (@santidanani)

COMPETENCIAS DE MAYORES. A los 18 años, Santi fichó en Club de Amigos, equipo con el que jugó la A2. A partir de allí se insertó en competencias de mayores y aparecieron las convocatorias a las Selecciones Argentinas: primero, la U21; luego, la U23 y los mayores.

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida de Santiago Danani (@santidanani)

DE LA LIGA ARGENTINA A EUROPA. Su debut en la Liga Argentina fue con la camiseta de Pilar Vóley. Después pasó una temporada en Obras de San Juan y otra en River Plate. Ése fue el trampolín para saltar, en 2018, a la Súper Liga de Italia: jugó en Padova en 2018/19, 2019/20 y 2020/21. Luego de los Juegos Olímpicos de Tokio se mudó a Alemania y se incorporó al equipo más poderoso del país: Berlin Recycling Volleys.